CIEGA MUERTE

A través de las montañas, navegando el asfalto en estampida infrenable, alzó la muerte sus ojos tras nosotros. Aún no entendemos cómo sabíamos que nos acechaba. Nos dirigíamos a exponerla, devanarla y aprender de aquellos que se estaban burlando de ella. Los tres volteamos, su luz cegadora nos obligo a mirar a otro lado y limpiarle el camino. Zumbó viento helado en nuestros oídos. La reconocimos. En menos de los que logramos enunciarla se elevó girando en el aire, majestuosa, colorida, brillante, rápida y descanso su velo a tres segundos de nuestras miradas impávidas. La obscuridad reinó por unos minutos, y el silencio. Pasamos junto a ella que impasible se alimentaba de su viva presa. Detuvimos un momento nuestros corazones, clamando piedad de frente, por ellos, por nosotros y en una respiración profunda limpiamos nuestros seres. El tiempo reanudó su marcha y los ruidos y las luces. Llenos de miedo e ira, luto y gozo, nos dirigimos a celebrar y compartir su majestuosa aparición y nuestra efímera estancia.

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